Quien adivina algo más de lo que sus ojos ven; quien cosecha placer en hacer algo bien, o quien obedece a las propias reglas que dicta su corazón, es aquel ser que sabe volar.
Así es la historia de Juan Salvador Gaviota, un ave marina que lidia con la sensatez colectiva de su bandada. Toda su vida intentando entender por qué debía seguir los pasos de sus pares, por qué debía amoldarse a sus limitaciones y por qué no podía ser diferente y aspirar al planeo veloz de los halcones.
A pesar de todos los consejos que le dieron sus padres, Juan jamás se alejó de los vuelos peligrosos en picada. No supo resistir a su obstinado espíritu, y siempre se las ingeniaba para lograr sus propósitos, siempre calificados como irreverentes por sus camaradas.
Esta gaviota no había nacido para planear a pocos metros del mar y pasar una vida entera cazando peces de la orilla. Este personaje se había gestado en la historia para algo más interesante: demostrar que el vuelo de su especie podía aspirar a más, y no sólo quedarse en lo corriente.
Juan Salvador Gaviota, aunque tuvo miedo en cada intento por superar la velocidad en sus piruetas sobre las rocas, nunca dejó de insistir para lograr el anhelado triunfo. Él pensaba que aprendiendo a pilotear bien, su especie podría salir de su ignorancia, y descubrirse como criaturas de perfección, inteligencia y habilidad, es decir, podrían ser libres, sin volver a depender de los barcos pesqueros que acarreaban peces.
Pero su comunidad no lo entendía, pensaban que estaba loco y lo expulsaron de esta, a pesar de que Juan no pedía reconocimientos por sus logros aeronáuticos.
Lo condenaban por aprender más allá de lo que sus ojos le mostraban.
Gracias a su empeño y terquedad, aprendió a cazar peces que habitaban a más profundidad y otras destrezas que jamás las gaviotas imaginarían poseer.
Juan pagó un alto precio por su libertad y por saberse en lo cierto, pero más tarde pudo ayudar a otras gaviotas a dejar sus limitaciones. A enseñarles que se debe luchar hasta la muerte y enseñar a los demás para legar lo descubierto.
El mensaje está claro, Juan nos dice: jamás nublarse antes las limitaciones aparentes, sino que seguir con nuestras ganas de aprender más, sin enredarnos con los escollos que interpongan los demás…la libertad está en descubrir que “somos libres de ir donde queramos y de ser lo que somos”.
No debemos temer a innovar, porque todo queda escrito en la historia y, de alguna forma, ayudará a muchos en etapas posteriores. No dejemos que nos arrebaten los sueños, porque es lo único que realmente tenemos.
El cuerpo muere, pero los pensamientos quedan.
A pesar de todos los consejos que le dieron sus padres, Juan jamás se alejó de los vuelos peligrosos en picada. No supo resistir a su obstinado espíritu, y siempre se las ingeniaba para lograr sus propósitos, siempre calificados como irreverentes por sus camaradas.
Esta gaviota no había nacido para planear a pocos metros del mar y pasar una vida entera cazando peces de la orilla. Este personaje se había gestado en la historia para algo más interesante: demostrar que el vuelo de su especie podía aspirar a más, y no sólo quedarse en lo corriente.
Juan Salvador Gaviota, aunque tuvo miedo en cada intento por superar la velocidad en sus piruetas sobre las rocas, nunca dejó de insistir para lograr el anhelado triunfo. Él pensaba que aprendiendo a pilotear bien, su especie podría salir de su ignorancia, y descubrirse como criaturas de perfección, inteligencia y habilidad, es decir, podrían ser libres, sin volver a depender de los barcos pesqueros que acarreaban peces.
Pero su comunidad no lo entendía, pensaban que estaba loco y lo expulsaron de esta, a pesar de que Juan no pedía reconocimientos por sus logros aeronáuticos.
Lo condenaban por aprender más allá de lo que sus ojos le mostraban.
Gracias a su empeño y terquedad, aprendió a cazar peces que habitaban a más profundidad y otras destrezas que jamás las gaviotas imaginarían poseer.
Juan pagó un alto precio por su libertad y por saberse en lo cierto, pero más tarde pudo ayudar a otras gaviotas a dejar sus limitaciones. A enseñarles que se debe luchar hasta la muerte y enseñar a los demás para legar lo descubierto.
El mensaje está claro, Juan nos dice: jamás nublarse antes las limitaciones aparentes, sino que seguir con nuestras ganas de aprender más, sin enredarnos con los escollos que interpongan los demás…la libertad está en descubrir que “somos libres de ir donde queramos y de ser lo que somos”.
No debemos temer a innovar, porque todo queda escrito en la historia y, de alguna forma, ayudará a muchos en etapas posteriores. No dejemos que nos arrebaten los sueños, porque es lo único que realmente tenemos.
El cuerpo muere, pero los pensamientos quedan.
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